Mucho tiempo pase en mi habitación,
una hoja en blanco
y la soledad en el rellano.
Escribía para ignorarlo,
para no pensar demasiado.
Si cayera hoy,
no porto nada en mis manos,
solo la pluma y un corazón poco agraciado,
tal vez naufrago; tal vez cansado.
Y mis palabras son anticuadas,
para algunos quizá amargas,
pero tengo el alma en batalla,
siempre en una lucha encarnizada;
pero mi vida casi se apaga,
se escuchan cerca las campanas.
Entonces así se acaba,
nadie cerca para escuchar mis baladas,
a nadie le interesan las letras plasmadas,
pero mi vida ya pronto se apaga,
ya las costas grises me llaman.
Y mis palabras enterradas,
junto a mi cuerpo,
que descansa en su féretro.
Así terminan mis días,
luego despierto por las mañanas.
José Javier F. G.
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