La veía.

 


La veía y me decía: 

No hay belleza más fina que llene de alegría mi vida,

Solo ella con su sonrisa.

Se sentía extraño, 

Como si el mundo perdiera todo lo malo.

De pronto las luces cubrieron mi camino y lo adornaron.


La veía,

Y juro por dios que me derretía,

Me consumía la agonía, 

De perderme de su vista

Y verla en la lejanía.

Desnudaba mi corazón,

El cual muy fuerte latía;

El cual le pertenecía.


La veía,

Como un hombre mira a la mujer de su vida,

Con una mirada perdida

Y el alma encendida,

Con un ferviente ardor que me invadía.

Enamorado de sus líneas,

De su caminar y de sus manías.


La veía y me decía:

Que no podía vivir sin su compañía.

Mi piel se estremecía, 

Quería componerle poemas;

Quería hablarle de mil temas;

Quería contarle historias viejas,

Escucharla por horas, 

No tendría quejas.


Ansiaba acariciarla despacio,

Sentir el fuego en mis venas.

Besarla y dejar que el tiempo se detuviera por ella.

La veía, 

Y solo así podía sobrevivir cada día.


José Javier F. G.

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